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El cine documental francés ha dado grandes películas en las últimas décadas y ha posicionado al país galo dentro del género. Os traemos algunos ejemplos muy interesantes como muestra de ello.

El origen del cine documental

El primer documental de la historia de la cinematografía lo brindó el estadounidense Robert J. Flaherty en el año 1922 y se llamó Nanuk el esquimal (Nanook of the North). El inhóspito y desconocido paraje de la Bahía de Hudson, en Canadá, llegó a las retinas de cientos de personas a través de sus pantallas y pudieron conocer la dura rutina de la vida de Nanuk y su familia gracias a este filme.

Esta cinta fue la semilla que daría lugar a otras expediciones filmadas por auténticos aventureros convertidos en documentalistas. Descubrir nuevos paisajes y nuevas culturas con una cámara en la mochila desveló la inquietud de estos –también nuevos–cineastas por contar otras realidades.

En lo que respecta a este género es más importante el objeto a tratar y su narrativa que los medios con los que se cuenta. Aunque esta premisa no ha evitado en absoluto que con el paso de las décadas el cine documental haya ido cogiendo peso y prestigio en el mundo del celuloide hasta ocupar un lugar propio en el palmarés de los grandes festivales de cine.

Algunos números interesantes

Europa es uno de los continentes que más documentales de autor produce. En el caso concreto de Francia la producción superó las 2.500 horas en 2002 y sólo una década después, entre 2012 y 2014, un estudio elaborado por la agencia The Wit para la SCAM (Société Civile des Auteurs Multimédia) situó al país vecino en el top 3 de países productores de cine documental con mayor impacto a escala mundial.

Francia y el cine documental

Naturaleza, ecología, historia, investigación, arte, sociedad, política…Hay para todos los gustos e intereses. El género documental francés es amplio en cuanto a las materias que trata y, de hecho, en los últimos años el país galo ha sabido imponerse frente a la competencia gracias a producciones muy logradas.

‘Sacrificio (Sacrifice)’ de Isabelle Clarke y Daniel Costelle, 2013.

Esta miniserie documental narra los hechos y acontecimientos relacionados con el desembarco de Normandía el 6 de junio de 1944 y los cien días que le siguieron hasta la liberación de parís. Lo interesante es que lo hace a través del relato de soldados, oficiales y ciudadanos que lo vivieron en primera persona. Supuso un gran éxito en todo el mundo y se consagró como el tercer documental más visto del mundo. En la misma semana se emitió en más de un centenar de países entre Estados Unidos, Europa, Asia y Australia.

Nómadas del viento (Le peuple migrateur, 2001) de Jacques Perrin.

Este filme hace de la divulgación poesía. Sus directores nos cuentan la historia de las aves migratorias y sus rutas de vuelto con una fotografía espectacular, una banda sonora perfecta para acompañar el movimiento del batir de alas y grandes dosis de lirismo visual. Lo consiguieron no sólo gracias al equipo humano y técnico que hay detrás de la película. Tuvo mucho más que ver la espera y la paciencia de la que hicieron gala sus directores para poder obtener imágenes nunca vistas del vuelo de las aves.

Para poder aproximarse a ellas en una era sin drones tele-dirigidos y rodar estas escenas mágicas acostumbraron a las aves desde su nacimiento al sonido del ultraligero del que se sirvieron para volar junto a ellas y evitar que se asustaran o se sintieran invadidas durante su migración. No es de extrañar que ganase un premio César al Mejor Montaje y que obtuviera una nominación a los Oscar y los Goya en la categoría de Mejor Documental.

Mañana (Demain, 2016) de Mélanie Laurent y Cyril Dion.

Este documental ecologista y alterconsumista se convirtió en un fenómeno viral con más de 750.000 espectadores en Francia. La actriz Mélanie Laurent recorre 10 países junto con Cyril Dion y dos cámaras para entrevistar a numerosas personas que, a través de acciones individuales están revirtiendo el impacto de la contaminación en el planeta. Mañana batió el récord mundial de captación colaborativa a través de un crowdfundind para su realización (444.390 euros en dos meses gracias a donaciones particulares). Es necesario verlo y difundirlo porque en él se demuestra que reinventar la agricultura, la energía y la economía es posible.

Caras y lugares (Visages Villages, 2017) de Agnès Varda y Jean René.

Pudimos ver este documental en la edición 23 del Festival de Cine francés y Francófono de Málaga que organiza cada año la Alianza Francesa. Las figuras creativas de la gran pionera y cineasta belga Agnés Varda y el artista gráfico Jean René se unen para dar forma a una película imprescindible que formó parte de la selección oficial de Cannes.

Ambos son autores y protagonistas de esta road-movie y ambos sienten un profundo amor hacia el arte. Es la diferencia de edad y de perspectiva lo que hace del documental un encuentro intergeneracional tan enriquecedor. A su paso se topan con personas anónimas dedicadas a diferentes oficios y gremios, y esto propicia una conversación continua sobre la creatividad y la posición del artista en el mundo entre estas dos grandes personalidades.

Con el cine documental llegamos a conocer la realidad o, si se prefiere la no-ficción, a través de los sonidos y las imágenes que provienen del punto de vista único de un realizador o una realizadora. Tanto crear como consumir documentales supone una manera de registrar el mundo en el que vivimos y las infinitas situaciones que se dan en él. Cada región tiene una manera particular de hacer documentales que estará más o menos sesgada por su cultura, y por tanto profundizar en el género significa profundizar en la realidad global y cultural del mundo. El cine documental, no nos quema duda, nos hace mejores seres humanos.