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La ceremonia de los César premia cada año los logros más destacados del cine francés y pone de relieve el reconocimiento hacia la profesión de técnicos, artistas y directores.

Uno de los valores más importantes que otorgan tanto los festivales de cine como las ceremonias de entrega de premios al mundo del celuloide es poner de manifiesto el carácter eminentemente colectivo de la creación cinematográfica. Cada película es un proyecto único que cuenta con un equipo muy amplio de profesionales que ven su trabajo y esfuerzo recompensados cada vez que un filme resulta premiado.

Un palmarés propio

La historia de los Premios César se remonta al año 1975. El fundador de la Academia de Artes y Técnicas de Cine, Georges Cravenne (1914-2009), quería para Francia lo mismo que tenía el glamuroso Hollywood. Encontró el homólogo francés perfecto de los Óscars en la escultura de su amigo César Baldaccini, cuyo nombre recibe el trofeo que se entrega a los triunfadores en cada ceremonia.

Aún así, la idea de crear un equivalente francés germinó en mí hasta el día en que el nombre de mi amigo César, escultor del genio, se impuso con su escultura. Oscar, César; cinco letras tan rimadas que el nacimiento de la segunda se había hecho evidente, por el bien de la promoción del cine. – Georges Cravenne.

Para administrar y dirigir esta Academia Cravenne creó al mismo tiempo la Asociación para la Promoción del Cine. Esta asociación, que cuenta con 13 miembros que rotan cada cinco años, reúne a los profesionales de la industria francesa que han sido distinguidos con un Oscar y a otras personalidades que destacan por su acción a favor de la misma.

Los Oscar, creo, nacieron en 1927. Tenía entonces 13 años, y desde esa edad (¡hoy muy lejos!) he estado obsesionado por la existencia de este personaje emblemático, no de carne y hueso, sino de bronce y de dorado, cuya reputación era global. ¿Eran celos? ¿Una imitación?. – Georges Cravenne.

 

Qué premian los César

Cada febrero tiene lugar la mágica Noche de los César en el impresionante Teatro de Châtelet de París. Año tras año, los miembros de la Academia distinguen con sus votos a los artistas, técnicos y películas más notables que se han estrenado en salas de cine entre el 1 de enero y el 31 de diciembre del año anterior.

Al igual que sucede con los Oscar o los Goya españoles los principales premios se entregan a la Mejor Película, la Mejor Dirección, Mejor Actriz y Mejor Actor. En sus orígenes, los Premios César contaban sólo con 13 categorías. En la actualidad suman hasta 19 las categorías en las que compiten los nominados. Entre ellas están algunas como Mejor Opera Prima, Mejor Documental, Mejor Guión Original, Mejor Adaptación, etc.

Cabe mencionar las dos películas que baten el récord con el mayor número de césares. Lo hicieron El último metro (Le dernier métro) de François Truffaut en 1980 y, una década más tarde, Cyrano de Bergerac de Jean-Paul Rappeneau. Ambas se hicieron con 10 premios y comparten podium con la célebre Un profeta (Un prophète) de Jacques Audiard que se alzó con nueve galardones en 2009.

El César Honorífico

Por supuesto, anualmente se entrega el prestigioso César de Honor en reconocimiento a la carrera de alguna figura emblemática del cine, aunque no sea necesariamente francesa. Se adjudicó por primera vez en 1977 a Jacques Tati. Desde entonces, se le ha dedicado a personalidades tan diversas y prestigiosas como Marcel Carné (1979), Michèle Morgan (1992), Jeanne Moreau (1995), Jean Rochefort y Johnny Depp (1999), Meryl Streep (2003), Will Smith y Jacques Dutronc (2005), Pierre Richard y Hugh Grant (2006), Jude Law y Marlène Jobert (2007).

Aunque de momento hay poca información sobre la edición de 2019, que será la 44ª ceremonia, sabemos que se rendirá un sentido homenaje a Charles Aznavour, fallecido el pasado octubre y que también recibió el César de Honor en 1997.

Más allá de la frivolidad de las alfombras de terciopelo, del glamour inaccesible de las celebridades; más allá de los intereses económicos o de cualquier tipo que puedan existir, que se celebren este tipo de ceremonias en diferentes países siempre es una buena noticia.

Es una manera de atraer la mirada del público hacia una industria que, como si de un iceberg se tratase, sólo nos deslumbra con los nombres más conocidos pero que necesita de un muy extenso número de profesionales para desarrollarse que se encuentran en ese lado menos brillante o lujoso, el lado oculto, pero imprescindible, del cine.