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A principios de diciembre Netflix sorprendió a sus adeptos con la comedia romántica Plan Coeur. Traducida libremente al castellano como Amor Ocasional, la serie nos cuenta las peripecias de Elsa, Charlotte y Milou. La primera, eje central de la historia, vive deprimida desde su última ruptura y sus amigas quieren hacer algo para ayudarla. Con la intención de proporcionar a Elsa una buena dosis de autoestima, deciden contratar los servicios de un chico de compañía para que salga con ella.

Aquellos que crecimos en la década de los 90 nos forjamos una idea bastante concreta de la amistad gracias a las numerosas ficciones televisivas centradas en las idas y venidas de algún un grupo de amigos al que hubiésemos querido pertenecer. Por supuesto, esto nos ha hecho expertos en el tema. Nos sabemos de sobra el arco argumental de este tipo de comedias y, sí, lo reconocemos: nos encantan. Como no podía ser de otra manera, Amor Ocasional no nos descubre la pólvora.

La serie, firmada por la directora y guionista francesa Noémie Saglio, navega por las relaciones románticas, familiares y de amistad de un grupo de treintañeros que tratan de encajar en su tiempo. Sin embargo, que ya hayamos vivido muchas veces antes las situaciones derivadas de esta premisa –pues las series a estas alturas no se ven, sino que se viven– no quiere decir que no queramos repetir, especialmente si tenemos las calles de París como escenario.

Realmente el código de la serie se descifra desde el primer episodio. Al compararla con otras producciones recientes del otro lado del charco a las que quizá estemos más acostumbrados, podemos observar que no se trata de una serie activista o reivindicativa, como pudiera ser Girls de Lena Dunham. Tampoco trata el humor desde el absurdo como ocurre en New girl, comedia protagonizada y producida por la actriz Zooey Deschanel. Probablemente tenga más puntos en común con Love, la serie del archiconocido Judd Apatow protagonizada por Gillian Jacobs, aunque de una forma algo más edulcorada.

El código de la serie se descifra desde el primer episodio. El punto fuerte de Amor ocasional es su casting y la química entre las actrices protagonistas.

El punto fuerte de Plan Coeur es su casting. Zita Hanrot, ganadora del César a la Mejor Actriz Revelación en 2016 por su papel en Fatima (2015) de Philippe Faucon, da vida a Elsa; la protagonista insegura y en plena crisis existencial que necesita ser rescatada por sus amigas. O eso cree una de ellas, Charlotte, en la piel de Sabrina Ouazani, actriz de ascendencia argelina a quien pudimos ver en 2003 dirigida por Abdellatif Kechiche en su película L’Esquive. Cuando Charlotte decide contratar los servicios de un chico de compañía para animar a Elsa, la tercera amiga en discordia, Milou, muy a su pesar, toma partido en el ridículo plan. A Milou la interpreta la actriz, cantante y humorista francesa Joséphine Draï. La química que existe entre las tres actrices hace que el espectador empatice pronto con ellas y quiera acompañarlas capítulo tras capítulo a pesar de lo irritantes que pueden resultar sus personajes en algunos momentos.

A Jules, el gigoló de corazón noble con actitud de no haber roto nunca un plato, le pone cara el actor y músico Marc Ruchmann, a quien pudimos ver trabajando bajo las batutas de François Ozon o Julie Delpy. Este personaje, como es de esperar, termina enamorándose de la pobre Elsa, lo que propicia una serie de situaciones del todo predecibles –aunque encantadoras– con el resto de personajes.

Lo interesante de la serie es que resulta un reflejo acertado de la juventud de clase media parisina donde la diversidad racial está reflejada y naturalizada. A un nivel más universal, la serie de Saglio tiene mucho de generacional. Surgen elementos totalmente actuales; como Uber o AirBNB. Por otra parte, la eterna presencia de los smartphones se hace palpable cuando aparecen los mensajes de chat directamente expuestos en el plano mientras los personajes teclean en sus móviles. El uso de la tecnología y las redes sociales como conductoras en las tramas es tan real como en la vida misma. Sólo hay que ver a Elsa cotilleando el Instagram de su ex para regodearse en su propia desgracia. Lamentablemente, no hay nada más generacional que la incertidumbre y la precariedad laboral propias de esta época, como en el caso de Charlotte que está desempleada y sobrevive con trabajos esporádicos o el propio Jules, gigoló por necesidad económica.

Lo realmente interesante de la serie es que resulta un reflejo acertado de la juventud de clase media parisina donde la diversidad racial está reflejada y naturalizada.

Es cierto que no se trata de una serie de las que marcan un antes y después y que los personajes están estereotipados; y que al final el amor romántico es el letimotiv que flota en su atmósfera. Esto sería un problema si la ficción de Noémie Saglio tuviese pretensiones de algo más que de ser un sano entretenimiento. Afortunadamente no es así. A veces se agradece simplemente la evasión y engancharse a algo fácil. Por eso los 25 minutos de duración de cada uno de los 8 capítulos que componen la primera temporada de Amor Ocasional la convierten en la candidata perfecta para tu próximo maratón de domingo de mantita y sofá.