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La publicación más longeva e influyente de la historia es referente del cine de autor, dentro y fuera de Europa, desde hace siete décadas.

Corría el año 1951. La vanguardia americana llegaba como un huracán hasta el viejo continente a través de la pintura de Jackson Pollock, la obra  del excéntrico Andy Warhol o los filmes de Hitchcock. Francia asistía a un fervor artístico e intelectual sin precedentes. Camus y Sartre se convirtieron poco menos que en estrellas del rock del existencialismo al mismo tiempo que Mademoiselle Chanel renovaba el vestuario de las jóvenes parisinas. Estaba claro que en el aire se percibía cierto aroma a cambio y la cultura cinematográfica no se iba a quedar atrás.

Cahiers du Cinéma nace con la intención de ser testigo de los «más altos y valiosos esfuerzos» del Cine.

Existían por aquel entonces varios cine clubes que reunían a la crème de la crème intelectual de París. En ellos se exhibían copias de películas en sesiones privadas a un público que disfrutaba estudiando y debatiendo con pasión cada cinta. Decía Godard que “hablar de cine, escribir de cine, ya era como hacer cine”, y es justo la sensación colectiva, casi contagiosa, que desprendían estos encuentros. El fenómeno, alejado del circuito comercial, tuvo mucho que ver en el nacimiento de la célebre revista.

André Bazin, Jacques Doniol-Valcroze y Joseph-Marie Lo Duca fundaron en abril de ese año Cahiers du Cinéma. A través de los míticos cuadernos amarillos se aseguraron de que el séptimo arte tuviera “un fiel testigo de sus más altos y valiosos esfuerzos” y lo hicieron rodeándose de colaboradores como Truffaut, Godard o Rohmer. Los críticos se convirtieron en cineastas y revolucionaron la manera de hacer cine en Francia dando lugar a la Nouvelle Vague.

Cahiers du Cinéma se estuvo publicando en España hasta 2011. Justo después, sus colaboradores mantienen su espíritu crítico y cinéfilo fundando Caimán, cuadernos de cine.

La revista siguió creciendo con la misma rapidez con la que evolucionaba la sociedad francesa. Durante la década de los 60, un cambio en la dirección desbancó a Éric Rohmer y puso al frente a Jaqcues Rivette. En ese momento la publicación empezó a prestar atención al cine de Buñuel y Pasolini. Se miraba más allá de América y del propio país galo; el cine brasileño, polaco o checo llenaba las páginas de los Cahiers para deleite de cinéfilos. A mediados de los 70 centraron su mirada en un visceral Maurice Pialat y el maoísmo parisino se hizo presente en la línea de la publicación politizándose por primera vez, aunque esta radicalización llegó a su fin en los años 80, cuando cogió velocidad de crucero y empezó a adquirir las dimensiones que tiene hoy. La revista en la actualidad cuenta, de hecho, con ediciones en varios idiomas. En España se estuvo publicando hasta 2011. Tras su desaparición, a causa de un aburrido conflicto con la editora, los antiguos colaboradores fundaron Caimán, cuadernos de cine y siguen desarrollando su labor en la misma línea en la que lo hacían antes.

No cabe duda de que una publicación que ha sabido mantenerse en el tiempo hasta el presente haya sido testigo de una larga lista de personalidades influyentes de la segunda mitad del siglo XX y, desde luego, se hace eco de las que llegan y de las que están por venir. Cahiers du Cinéma sigue vigente y poderosa; ha sobrevivido a la historia y a sus propias fricciones internas.

Cada año sus colaboradores elaboran una lista con las diez mejores películas de autor del panorama cinematográfico. Esa criba es una crítica en sí misma. Marca la tendencia, lo que hay que ver. Son la élite cinéfila, título que se han ganado a pulso, década tras década, durante casi 70 años, convirtiéndose así en una entidad potente a la que acercarse con estupor y temblores.