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La Chanson de Roland: una de las semillas del jardín literario moderno

La historia de la Chanson de Roland, o la historia de la literatura, comienza mucho antes que la historia de la escritura. El ser humano siempre ha demostrado tener una inclinación por contar historias. Desde las pinturas rupestres hasta las stories de Instagram, todo lo que nos acompaña es narración.

No se trata tan sólo una inclinación artística natural: la literatura siempre ha cumplido una labor social. Narrativizamos nuestras historias para entenderlas y conservarlas, pero también para transmitirlas.

Durante la Edad Media el alfabetismo era patrimonio exclusivo de monjes y reyes. Con todas las guerras habidas y por haber a lo largo y ancho de Europa, la información sobre el transcurso de estas era transmitida al pueblo a través de los juglares o trovadores.

La Chanson de Roland fue inicalmente transmitida oralmente por trovadores y juglares

Estos artistas ambulantes recorrían las poblaciones relatando lo que en analogía con la actualidad sería una especie de noticiario desfasado. Al ser la población iletrada (y no haberse todavía inventado la imprenta), durante los siglos XI y XII los juglares campaban a cientos por los pueblos europeos.

En cada plaza, los trovadores recitaban largos poemas épicos. Además de contar batallas y escaramuzas, ensalzaban la figura de héroes, campeadores y soldados, resaltando la valentía y la lealtad entre señores y vasallos. La idea era inspirar, educar y entretener a la población.

En un sistema feudal las contingencias entre ejércitos eran sufragadas en buena parte por el trabajo de los campesinos, y cada vez se volvía más necesaria la creación de narrativas populares que sostuviesen un sistema en declive.

Estos poemas son los que conocemos como Cantares de Gesta. Las investigaciones apuntan a que este género de poesía épica se dio prácticamente en todas las regiones de Eurasia y buena parte de África.

El Cid y La Chanson de Roland son los dos máximos exponentes de la épica medieval

El Cantar de Mío Cid y La Chanson de Roland: el padre y la madre de la épica medieval

A día de hoy, existe un consenso indisputado acerca de los dos países que acaparan la maestría de los Cantares medievales: España y Francia.

Existe una razón por la cual los Cantares tienden a mantener una métrica estable y una lógica rítmica. Y es que la mayoría de trovadores recitaba estos poemas larguísimos de memoria.

De hecho, tan largos eran los poemas, que se recitaban en el transcurso de varios días. Por eso encontramos en ellos muchas veces recapitulaciones de lo que se acaba de leer en las páginas anteriores: era una forma de recordar al público lo que habían escuchado el día anterior.

El carácter oral de estas composiciones nos ha hecho perder inevitablemente la mayoría de poemas épicos que se recitaban por Europa durante la Edad Media. Muchos de ellos se han conservado durante generaciones a través de la transmisión oral popular, pero se terminaron perdiendo sin una copia escrita que los soportase.

No fue hasta los siglos XIII, XIV y XV que, gracias a la labor de los monjes copistas, se empezaron a dejar copias escritas de los Cantares más importantes. De algunos de ellos se conservan fragmentos y referencias en España, Francia, Italia, Alemania, Inglaterra y muchos otros países europeos.

Para nuestra suerte, hay dos joyas literarias que conservamos milagrosamente casi completas: El Cantar de mío Cid en España, y La Chanson de Roland en Francia.

Hoy en día, estos dos Cantares son considerados como los máximos exponentes de la épica medieval. Y, aunque el mío Cid es obviamente más conocido en el mundo hispanohablante, se cree que fue en Francia donde se dio comienzo y perfeccionó este género lírico.

La Batalla de Roncesvalles y los Tres Ciclos

La Chanson de Roland relata durante más de 4.000 versos una versión deformada de la Batalla de Roncesvalles, y ensalza sin mesura la figura de Roldán, comandante de la retaguardia del ejército carolingio que lucha valientemente contra una sucia emboscada de sarracenos andalusíes.

Esta batalla, que los historiadores no caracterizan como algo más que una escaramuza, ocurrió en algún momento entre finales del siglo VIII y principios del IX entre la retaguardia del ejército carolingio y un destacamento de soldados vascones.

Ya que la composición del poema es casi 300 años posterior a los hechos que este refiere, la veracidad histórica es prácticamente nula.

En la Chanson, el destacamento de vascones se convierte en un ejército de medio millón de sarracenos musulmanes. Roldán no es simplemente un Marqués de la Marca Hispánica sino sobrino del mismísimo Carlomagno. Y la derrota del ejército carolingio no es producto de una pobre estrategia militar sino de la traición de Galenón, uno de los muchos personajes ficcionalizados de la obra.

A lo largo de los siglos XII y XIII, los juglares franceses agruparon los Cantares de gesta galos en tres grupos, también llamados Ciclos. Estos se agrupan según la figura o personaje sobre el que giren las temáticas de los Cantares que lo componen.

  1. Ciclo del Rey. Se compone de los Cantares conservados que giran en torno a la figura del emperador Carlomagno, que estuvo inspirando poesía épica durante varios siglos. En este ciclo se enclava la Chanson de Roland.
  2. Ciclo de Guillermo de Orange. El Conde de Tolosa, canonizado por la Iglesia a principios del siglo X, es la figura central de los Cantares este ciclo, aunque no la única.
  3. Ciclo de los Vasallos Rebeldes. Los Cantares de este grupo se caracterizan por el desprecio que muestran los héroes hacia la figura del rey, (que no hacia la del señor feudal).

El Cantar más antiguo de Europa

La Chanson de Roland, también llamado El manuscrito de Oxford (porque está conservado en la Biblioteca Bodleiana de esta ciudad) está datado alrededor del año 1170. Se cree, sin embargo, que su composición puede remontarse a principios del siglo X.

Esto convierte a la Chanson en el poema épico conservado más antiguo de Europa ( la versión que conservamos del Cantar de mío Cid data de principios del siglo XIII). De hecho, según Pablo Justel, un reputado filólogo medievalista, el compositor o compositores del mío Cid «conocía de primera mano aspectos de la Chanson de Roland».

Pero la sombra de la Chanson es alargada, y va más allá de la influencia que esta pudiera tener en otras composiciones épicas inmediatamente posteriores. De hecho, la literatura épica francesa sienta una de las bases sobre las que se asienta el andamiaje literario de la literatura europea moderna.

Una página de la Chanson de Roland

El andamiaje de la literatura moderna

A través de la épica medieval, por las demandas circunstanciales que le dieron forma en un primer lugar, aprendimos colectivamente cómo narrar acontecimientos.

Caracterizar a un personaje, enardecer las pasiones populares, mantener la atención de los lectores y conectar con un público ávido de información y entretenimiento. Son habilidades literarias que heredamos de los Cantares de Gesta. Estos influyeron tanto a los géneros líricos como a los narrativos a partir del siglo XV.

Y los Cantares de Gesta, o al menos la mayoría de ellos, son herederos directos de la Chanson de Roland. Una composición de de 4002 versos decasílabos, distribuidos en 291 estrofas escritos en francés antiguo, que cantaban soldados y campesinos analfabetos desde las costas de Inglaterra hasta San Millán de la Cogolla en una época anterior a la invención de la imprenta.