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Con motivo de su participación como jurado en el Concurso Nacional de Traducción de Poesía 2020, entrevistamos a Isabel Moyano Ramos, traductora y CEO de Iris Translators & Interpreters

Dijo la gran escritora estadounidense Ursula K. Leguin que la traducción “es completamente misteriosa”. Debe serlo,  pues funciona como un eslabón casi invisible entre culturas en este mundo globalizado e hiperconectado que habitamos. Aunque este eslabón a menudo pasa desapercibido, es fundamental para la transmisión de conocimiento entre países.

La traducción. Una mesa con mapa estilo vintage y algunos libros abiertos sobre ella delante de una pared en tonos ocres

Si nos paramos a pensarlo, en nuestra cotidianidad no siempre nos preocupamos por saber quién se ha encargado de la traducción del libro que tenemos entre manos, quién es la autora o el autor de los subtítulos de la serie que nos tiene enganchados o qué voz seduce a los oyentes a través de discretos auriculares en las visitas guiadas en los museos o en convenciones internacionales. La traducción, simplemente, se da por hecho. Siempre ha estado ahí.

Muchos de nosotros la consideramos un arte, pues el traductor tiene mucho de creador. No se trata de copiar literalmente, palabra por palabra, un texto en otro idioma. Para eso está la tecnología de Google que, por supuesto, nunca estará a la altura del traductor o la traductora y su conocimiento de las lenguas. Personas formadas, cultas y estudiosas con la habilidad de insuflar alma a las palabras. Casi como alquimistas, trasladan la esencia del contenido, sea cual sea su naturaleza, de un idioma a otro; y lo hacen incorporando los códigos y los matices necesarios para que el mensaje fluya en la cultura a la que ha de adaptarse.

Pasión por la traducción

Isabel Moyano siente verdadera devoción por su trabajo. Lleva más de 10 años cultivando una carrera como traductora, correctora y editora al frente de la agencia de traducción Iris Translators & Interpreters, un proyecto fundado por ella de carácter multicultural y multilingüe. Con él que ofrece soluciones a clientes de diferentes sectores. Desde las principales instituciones y centros artísticos de la ciudad de Málaga, hasta organizaciones internacionales como FAO, la UICN o la Comisión Europea.

Ha colaborado en numerosas ocasiones como intérprete para el Festival de Cine Francés de Málaga y más recientemente ha formado parte del jurado en el Concurso Nacional de Traducción de Poesía 2020 junto a Hédi Saim, director de Alianza Francesa de Málaga. Hoy entrevistamos a Isabel para conocer más a fondo su trabajo y sus motivaciones profesionales.

¿Por qué la traducción? ¿Fue una vocación desde siempre o una elección tomada en base a preferencias o gustos?

Mi primer vuelo a los nueve años fue un Madrid-París. Mis tíos fueron profesores del Liceo Español en París durante muchos años y cada septiembre pasaba un tiempo allí con ellos y con mi madre, profesora de Historia en la universidad. Aquellos eran verdaderos baños culturales. París me fascinó: la luz, el Sena, la multiculturalidad, su pequeño apartamento en Levallois lleno de libros y mapas, los mercados al aire libre donde comprábamos frambuesas y quesos.

Mis tíos eran profesores de latín y de lengua española. Hablaban muy bien francés y viajaban por todo el mundo: allí me di cuenta de las puertas que se abrían sabiendo otras lenguas y conociendo otras culturas. Yo era una niña curiosa y alegre pero bastante tímida: me animaban a que pidiera el pan por ejemplo cada mañana en la panadería de la esquina. Todavía recuerdo la sonrisa de la panadera y su voz cantarina. Era un juego; por unos días podía sentirme francesa, cantar en otra lengua, ir al cine de verano en versión original, descubrir nuevos museos o parques, como el Jardín de Luxemburgo, o la Villette y cruzar nuevos puentes, también el de las Artes.

He pensado mucho en cuándo me sentí traductora por primera vez y creo que esa fue la semilla. Después seguí creciendo, estudiando y viajando. Di clases en la Alianza Francesa, viví en Bruselas y en París unos años, en Reino Unido, donde viajaba cada año con mi padre, recorrí la vieja Europa, soñé despierta en Ginebra, en el festival de jazz de Montreux, en Lausanne, en Grecia (mi tercera lengua y cultura de trabajo o de adopción). Más tarde di el salto a Nueva York y a Canadá. No descarto vivir en este país en el futuro. De hecho, doy clases para la Universidad de Calgary un trimestre al año.

¡Menuda trayectoria! ¿Cuánto tiempo llevas trabajando como traductora? ¿Cómo fueron tus inicios?

Unos quince años: primero trabajé en una organización internacional cuyas lenguas oficiales eran el inglés, el francés y el español. Era una organización potente con sedes por todo el mundo y base en Suiza: la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Allí aprendí muchísimo sobre ecosistemas, hábitats, especies en peligro de extinción: un equilibrio delicado que, como se ha probado, no nos conviene romper. En 2009 traduje multitud de informes de científicos que pronosticaban muchos de los desafíos a los que nos enfrentamos hoy. Es un oficio bonito porque te permite bucear en muchos ámbitos y estar en la punta de lanza de la actualidad.

Después de conocer tantos lugares alrededor del mundo, ¿qué ha supuesto Málaga para ti?

Coincidiendo con la transformación y expansión cultural de Málaga, di un giro a mi carrera hacia el ámbito cultural. Abrí una agencia de traducción, IRIS Translators & Interpreters, en el Soho, al lado del CAC y empecé a traducir para los museos e instituciones culturales en Málaga: La Térmica, CAC, Ayuntamiento de Málaga, Centro Pompidou, Museo Picasso, la Alianza Francesa, la UMA, Diputación… Llevo traduciendo ruedas de prensa, entrevistas, coloquios e inauguraciones de exposiciones, festivales y eventos culturales más de doce años. Me considero una afortunada porque mi trabajo y mi pasión coinciden. He traducido a artistas y escritores contemporáneos maravillosos de todas partes del mundo: Camerún, Bélgica, China, Rumanía, los Estados Unidos, Finlandia, el mundo eslavo, Holanda, Francia. Todo eso enriquece mi equipaje y amplía mi mirada.

En cierto modo, las vanguardias y la riqueza cultural que fui descubriendo en el París de finales de los ochenta y los noventa ahora viajan hasta Málaga en clase preferente. Me siento identificada con el crecimiento y transformación cultural de Málaga. Estoy particularmente orgullosa de ver crecer a artistas “de proximidad” como Aixa Portero de la Torre, José Luis Puche, o Javier Calleja que han dado el salto a la escena internacional. Málaga es un epicentro artístico y cultural y así es reconocida en todo el mundo. Confío mucho en su potencial y en su capacidad de reemprender el vuelo.

¿En qué áreas te especializas y cual te reporta mayor gratificación a nivel personal?

En el ámbito cultural y artístico, sin duda. Me gusta escribir y pintar desde pequeña, traducir es mirarse en el espejo de las personas a las que traduces y aprendo muchísimo en cada traducción, es un viaje de ida y vuelta. Además, casi todos los artistas a los que traduzco me devuelven una mirada bonita y muchísima gratitud por mi trabajo, por lo que me siento plena haciendo lo que hago. A menudo me dicen que se me ve disfrutar y es cierto.

Me considero una afortunada porque mi trabajo y mi pasión coinciden. He traducido a artistas y escritores contemporáneos maravillosos de todas partes del mundo. Eso enriquece mi equipaje y amplía mi mirada.

Desde hace unos años, colaboro con Diario Sur escribiendo algunos artículos de opinión, en ellos recojo mi entusiasmo y mi mirada sobre los eventos que traduzco o sobre temas como feminismo, cine o arte, en general.

Una de tus especialidades es la traducción simultánea en eventos culturales. Pudimos verte en acción durante la última edición del Festival de Cine Francés de Málaga que organiza Alianza Francesa en la ciudad. ¿Cómo describirías este aspecto de tu trabajo? ¿Qué retos encuentras en él?

Suelo comparar la traducción simultánea con un salto sin red. En la traducción consecutiva puedes tomar notas y tienes un tiempo para reelaborar el mensaje, breve pero ahí está, tienes que tener capacidad de síntesis y fijarte bien en el tono y el lenguaje corporal del interlocutor también.

Tanto en la traducción bilateral como en la simultánea no hay apenas tiempo, todo es cuestión de segundos, así que necesitas toda tu concentración en la escucha activa y tienes que confiar plenamente en ti, en tu salto, en tu capacidad de expresar el mensaje oído en tu propia lengua. Es un arte, sin duda. Requiere intuición, entrenamiento, pasión por lo que haces y ciertas dotes escénicas: modular la voz para no aburrir al público, recurrir a los silencios si hace falta, saber gestionar las emociones, disfrutar también del aspecto lúdico que tiene todo ejercicio de jazz, de improvisación dentro de los límites del respeto al sentido y finalidad del original.

En cierto modo, traducir es convertirse en una tejedora, una modesta Louise Bourgeois, destejiendo y volviendo a tejer el hilo del discurso en dos lenguas distintas.

Hay un tarea importante detrás de toda traducción: la documentación; al igual que vosotros, los periodistas, los traductores leen muchísimo antes de cualquier traducción, de lo que pasa en el mundo y de la persona y la obra que vas a traducir. Pero hay algo importante: el intérprete no puede anticipar el discurso, por eso es un ejercicio sin red, una pieza de jazz única que no se repetirá nunca más. No hay dos interpretaciones iguales, como tampoco hay dos discursos iguales. Es un regalo, para mí, para el interlocutor y para el público.

En lo referente a la traducción, ¿qué es lo más difícil a lo que te has enfrentado?

Entiendo la pregunta, pero no hay retos más difíciles que otros porque todos son viajes únicos.Como te explicaba, no sabes qué va a pasar hasta que te lanzas a la piscina. Soy una buena nadadora: desde pequeña me encanta nadar en el mar. Interpretar es exactamente eso, es como nadar en alta mar, no tienes idea de cómo será la travesía hasta que te lanzas, cada brazada es única, depende de las olas, del público, de la persona a quien traduces, de su estado de ánimo.

Los artistas, los directores de cine, los filósofos son creadores, por eso suelen poner mucha pasión en sus discursos, a veces olvidan que hay un intérprete detrás -y esto es buena señal-: no es infrecuente que puedan intervenir durante diez minutos o más sin pausa. Entonces tengo que confiar en mi memoria y en seguir el hilo argumental de su discurso. En cierto modo, traducir es convertirse en una tejedora, una modesta Louise Bourgeois, destejiendo y volviendo a tejer el hilo del discurso en dos lenguas distintas. Afortunadamente, hay universales. Cuanto más traduzco más me doy cuenta de lo parecidos que somos los seres humanos. Esta pandemia del Covid-19 lo ha demostrado, nos ha igualado a todos.

Por mencionarte algunas interpretaciones “en nivel apnea” te señalaría las entrevistas en traducción simultánea del famoso festival literario La Noche de los Libros de La Térmica, la del filósofo francés Michel Houellebecq, o del escritor rumano Mircea Cartarescu, llenas de citas y referencias literarias y filosóficas. O la última que hice apenas unos días antes del confinamiento al filósofo francés Gilles Lipovetsky, en el marco del Festival de Málaga, en el Museo Picasso. Todas están disponibles online y subtituladas por mí o por mi equipo. La subtitulación profesional es otra modalidad de traducción que merece ser mencionada también.

¿Alguien se imagina las obras de teatro de Shakespeare, las novelas de Paul Auster o los versos de Baudelaire traducidos por ordenador, por ejemplo? En el lenguaje humano hay una multitud de matices que un ordenador no puede captar.

Cada vez las herramientas digitales para la traducción tienen más peso, se perfeccionan día a día. ¿Cuál es tu opinión como profesional?

Hay un componente humano en la traducción y en el lenguaje que hace muy difícil que nuestra labor pueda ser realizada por máquinas. Se habla mucho de la traducción automática o de la traducción asistida por ordenador, pero en la comunicación el factor humano es indispensable: un buen traductor es un valor añadido para cualquier evento cultural.

Por supuesto, hay ámbitos de la traducción donde los ordenadores pueden ayudar: el campo científico o industrial con repeticiones de terminología o fraseología, por ejemplo. Pero en el ámbito de la traducción cultural o literaria no tiene cabida. ¿Alguien se imagina las obras de teatro de Shakespeare, las novelas de Paul Auster o los versos de Baudelaire traducidos por ordenador, por ejemplo? En el lenguaje humano hay una multitud de matices que un ordenador no puede captar. Al menos no todavía. Hace unos años traduje unas jornadas sobre inteligencia artificial. Se está avanzando mucho en esta línea pero en el terreno artístico y emocional es difícil vislumbrar un horizonte de replicantes a lo Blade Runner. El futuro dirá.

¿Qué consejos le darías a una persona que quiere dedicarse profesionalmente a la traducción?

Ser traductora es un viaje de largo recorrido, una no para nunca de aprender, leer y sumergirse en la cultura o las culturas de adopción. Pero también hay que amar y conocer bien la lengua materna, sin el vehículo de la lengua materna no hay traducción posible. Es importante ser humilde y empaparse de todos los registros, leer mucho, escuchar mucho y no cansarse nunca de hacerse preguntas, aprender y viajar.

En la medida de lo posible, es aconsejable leer en lengua original pero también leer buenas traducciones, aprender de los recursos de traducción de compañeros premiados o con muchos años de experiencia, fijarse en los matices. Por eso creo que concursos de traducción como Le printemps des poetes son tan importantes, desde pequeños se puede ir cultivando esta sensibilidad lingüística y este amor por las palabras.

Debido a tu profesión y a tus inquietudes personales, para finalizar nos encantaría que nos recomendaras algún libro, película, disco u obra artística de algún creador o creadora francófona

Retrato de una mujer en llamas de Céline Sciamma, premiada en Cannes a mejor guión en 2019. Una perla que descubrí gracias al Festival de Cine Francés de Málaga organizado por la Alianza Francesa con el apoyo de numerosas instituciones culturales. Valoro mucho que se pueda ver cine hecho por mujeres en Málaga. Creo que le dedicasteis un apartado estupendo en este blog: la luz, el paisaje, las interpretaciones femeninas, la música. Un viaje que me cautivó.

Confiemos en que podamos seguir viajando en tiempo y espacio gracias a este maravilloso festival el próximo otoño. Como se ha probado en esta pandemia y confinamiento, la cultura nos salva y nos hace libres, incluso en las circunstancias más difíciles. Debemos protegerla: somos pájaros deseando retomar el vuelo y la cultura siempre será un árbol seguro donde refugiarse.